domingo, 7 de febrero de 2016

Minoría absoluta.

Ese momento de inflexión en el que ves que la vida pasa, 
corre y sigue a tu alrededor. 
Pero no puedes avanzar. 
Simplemente te quedas ahí, esperando a que llegue tu momento, 
cuando realmente sabes que este ha pasado.

Y ya no ves salida en este túnel,
ni atardecer los domingos.
Tampoco madrugadas entre copas,
ni como se deshojan los árboles.

Yo iba a ser artista 
y te cruzaste de por medio.
Lograste lo que ni la poesía 
ni la música ha logrado jamás: arrepentirme del no.

Y ahora, en los resquicios de la eternidad, 
nos quedan solo los lamentos. 
Y hay un cristal roto en aquella ventana.
Y veo las nubes pasar.

Tu cuerpo parece de hierro
y el mío está más que deshecho en cera.
Los poetas van a dejar de beber, de fumar, y de follar si no estás tu.
Y aquella melodía que sonaba siempre en hora punta, 
se ha convertido en un susurro.

Ahora que el auto convencimiento del no ha desaparecido.
Ahora que el arrepentimiento ha llegado.

Y que yo podré beber y llorar
 y echarle la culpa al alcohol, 
pese a que los jueves de noche este yo sola con mis tormentos.

Podré decir que no quiero compromisos, 
pero que sí me reconstruyan los mil pedazos que soy ahora mismo.

Puedo decir que me arrepiento de las cosas que no hago, 
pero también de las que si. 
Y sería un error no ganar por el miedo a perder.

También miento más que hablo 
cuando digo que me gustaría cambiar, 
soy plenamente feliz siendo yo: 
con mi desorden, 
mi desastre 
y mi caos. 

Y quien me quiera, me va a tener que querer así.

Sin transcripción ni traducción.
Sin cláusulas ni contratos.
Sin norte ni sur.

Con locura, con rencor.




Imagen de Pablo Pacanowski.
Artista plástico, https://twitter.com/pablopacanowski