domingo, 25 de enero de 2015

Los domingos me suelo jurar que cambiaré de vida.

Los domingos suelo jurarme que cambiaré de vida y todos los lunes recaigo en el mismo bucle de siempre. 
Los martes digo que echaré la siesta y los miércoles hago un esfuerzo sobrehumano para no llamarte. 
Los jueves son días especiales, días de espera y de sentarme sobre un piano a cantarle al sol, a las estrellas, a la luna y a ti, que te veo reflejada en ella. 
Los viernes son días de descanso, donde quedarse soñando despierto de día y salir a vivir de noche es lo usual.
Los sábados, son día de poesía, de labios rojos y de lencería negra; de roncola cargado y arrepentimientos hasta altas horas. 

Y los domingos, los domingos pienso. 

Mi corazón quiere vacaciones porque dice que está cansado de mentiras. 

Y puede que tenga razón, que al fin y al cabo necesitamos un descanso. 
Pero de nosotros mismos, de nuestros sentimientos,
de las inseguridades, de nuestros miedos, 
de los amantes rotos y de los nuevos; 
de los madrugones y de acostarse tarde, 
de las malas contestaciones y de los dolores. 

Descanso de tomarse la vida en serio y renovarse o morir en el intento. 

Que hay miles de cosas que merecen la pena ahí fuera y nos centramos en aquello que nos agobia; realmente, las cosas tienen la importancia que queremos darle. 

Pastillas para no dormir, cartas perfumadas, orgullos que desaparezcan y sentimientos pintados en la piel del cuerpo, a la vista. 

Abrirnos a que nos lastimen, porque los corazones rotos siempre se curan y prometernos que todo saldrá bien, que la felicidad está dentro de nosotros. Que estoy cansada de esta vida y la quiero dejar atrás, no volver a andar el camino recorrido, pero es imposible no mirar a las espaldas.
Y es entonces cuando me suelo jurar que cambiaré de vida.




domingo, 18 de enero de 2015

🔺💮

Pongamos una baraja sobre la mesa, por no decir todas las cartas.
Pongamos dos chupitos de tequila, por no decir las penas.
Pongamos todas las mentiras, por no decir todo lo malo.


Pongamos dos rosas, por todos los 14 de febrero inexistentes.
Pongamos cuatro fotos, una por cada estación (de Vivaldi)


Pongamos dos tarjetas de crédito cortadas, porque lo realmente bueno no se compra con dinero.
Pongamos dos imanes, porque los opuestos se atraen.

Y ahora, pongamos cuatro poemas y una canción a punto del exilio.
Un par de tacones y una corbata cuyo nudo está mal hecho.
Una cadena de cosquillas que sube por mi costado y un enero que se me está haciendo muy cuesta arriba.
Un libro en blanco y un cuaderno con páginas arrancadas.
Un bolígrafo sin tinta y una escalera que solo baja.
Una regla que no mide nada y un marcador que solo pone puntos imposibles de detener entre el tiempo y el espacio.

Una orquesta sinfónica muda cuyo director es el silencio, y una guitarra sin cuerdas.
Unas gafas que no amplíen, sino que nos ciegue de las desgracias.
Una cadena que no ate a nada y unas ojeras como causa de la alegría.
Unas olas sin marea y una cama sin sueño.
Un camino hacia ninguna parte y unas flores sin perfume.
Un diccionario sin A ni Z y uno de sinónimos y antónimos que no esté enfrentado.

Un amor no descontextualizado y que no eche de menos. Y una esperanza que no mate el tiempo esperando.
Un tren al que te puedas subir en cualquier estación y un autobús que nunca se escape.
Una carrera ganada, y un sueño concluido.
La comisura de tus labios como fin del mundo y pestañas que provocan tsunamis en la otra parte de la tierra.
Cafés que queman más que el fuego y besos más fríos que un glaciar.
Palabras que tienen más mentiras escondidas que significados en su polisemia, y actos más sinceros que la verdad con su cara más oscura.

Qué irónica la vida, como se burla de nosotros.
Que valientes somos, que seguimos respirando.
Que insensatos, que nos suicidamos cada día.
Que ilusos, que creemos que el amor existe, pese a ser solo un proceso de liberación de feromonas que quiere sentirse reiterado.

Qué ciegos estamos, para aquello que nos hace daño.
Qué sentidos, que añoramos lo que un día nos hizo felices.
Qué inconformistas, que queremos la perfección.
Qué luchadores, que buscamos el disfrute en lo más simple.



domingo, 11 de enero de 2015

Dime algo que no sepa.

Dime algo que no sepa,
por ejemplo:
que tu tristeza siempre fue una excusa,
que mis dedos fueron flores subiendo por tu costado,
que me echas de menos y sabes a sal,
que te destrozó no intentarlo,
que tu cama es el lugar más frío de esta parte del mundo,
que llegas tarde a todos los sitios
porque vives en el pasado.


Dime algo que no sepa,
por ejemplo:
que no me quieres,
que eres feliz,
o que, de puntillas,
llegas a tocar las nubes de mi cabeza.



Y ese es el placer de abrir un libro cualquiera por una página cualquiera. Aunque en este caso no es un libro cualquiera, es mi libro preferido. Y tampoco es una página cualquiera, es aquella que el destino me ha brindado.
Así que bien, deja de imaginar que tienes el control sobre ti y comienza a pensar en todo aquello que no sabes.


Dime algo que no sepa,
por ejemplo:
que las cuatro esquinas de tu cama se sienten vacías sin mi olor,
que mis labios rojos siempre han sido tu perdición,
que en realidad mi locura tiene solución 
y es, que muera entre tus brazos.


Que tienes miedo de decir la verdad
y que solo tenemos ojos para aquello que nos ciega.
Que en el fondo, ningún te quiero fue mentira, y que las nubes lloran porque tu ya no estás.
Que el sol brilla un poco más cada vez que nace alguna sonrisa,
pero que la tormenta se desata cada vez que esta muere en mi boca.


Dime algo que no sepa, 
dime algo que preferiría no saber.
Dime algo que me de un motivo por el que seguir aquí luchando.
Algo que me haga creer que el mundo es un poco mejor día a día.

Dime algo que me haga desconfiar pero a la vez creer.
Que rompa las cadenas que amordazan mis sentidos, 
que desate una utopía incierta en la que creer.


Dime algo que me haga volar, sentir, perderme, aunque sea por un segundo.
Dime que también eres un amante roto, y que me entiendes en mi desdicha.
Dime que no hay días malos, que todo se arregla si cierro los ojos con fuerza. 
Dime que puedo cambiar el mundo, aunque sea mentira, que si estoy loca, es cosa mía.


Dime que soy bonita en pijama,
aunque siempre me hayas preferido con maquillaje y la raya pintada.
Dime que te encanta que escriba, aunque la mitad de veces no me entiendas. 
Dime que me sacarás a bailar, 
no hace falta que sea un vals. 
Loquillo, La Guardia y Los Madison me valen.

Dime la verdad en algo, y hazme libre.