Nos aferramos a la vida, como quien se aferra a la única
cuerda que puede sacarte del abismo al trepar con ella. Acostumbramos a valorar
las cosas cuando ya no las tenemos, cuando ya es demasiado tarde para intentar
recuperarlas y por ello, nos hacemos daño a nosotros mismos.
Sí, es un error del que deberemos aprender solos, pero
como el ser humano es el único que tropieza dos veces con la misma piedra, lo
volvemos a cometer, para no olvidar jamás lo incrédulos que somos por pensar que
podemos desafiar a la muerte. Nunca lo ha hecho nadie y no podemos pretender
llegar nosotros y comenzar una nueva etapa, de vidas inmortales y profundas y
duraderas, imposibles de distinguir y perder, al igual que la primera gota que
cae al pozo y que se pierde en la inmensidad de agua o, a aquella primera
piedra que se coloca para construir el muro que nos protegerá de peligros como
la indiferencia y la soledad.
Cada persona es como esa gota o esa piedra, única y
especial. Sin la cual, no se podría haber llenado el pozo o formado el muro,
pero que ahora no reconocemos, pues estamos demasiado ocupados pensando en un
futuro constantemente cambiante, mientras nos olvidamos de esas personas que
comenzaron con nosotros y que siguen ahí, pues el día que no estén les
echaremos profundamente de menos.
Al igual que las estrellas, nuestra vida llega a su fin
y, las más brillantes al igual que las personas con semejante lucidez, son
ahora a las primeras que les toca su turno.
Las personas buenas se van antes que las malas, que
quedan en el mundo para poder hacer ver a la gente que la vida es injusta, pero
que siempre da una enseñanza en su misma medida, pues estas personas que
permanecen enseñarán a nuevas generaciones futuras a valerse por sí mismos y a
aprender que cuando te caigas, no habrá nadie para levantarte y que, tendrás
que secarte las lágrimas, sonreír, mirar hacia adelante y seguir caminando. Es
entonces cuando descubrirás que tipo de persona eres y, si debes tender o no tu
mano a la próxima persona que se caiga.
Pues siempre hay alguien en el suelo y puede que esté esperando tu ayuda.
Las mejores personas son las de vida efímera, pero cuyo
recuerdo queda para siempre guardado en la memoria de aquellos a los que
quieres.
Te echo de menos, ojalá pudieras verme ahora
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