¿El amor verdadero? No sé si existe y, sinceramente me da
igual si lo nuestro es eso o no. Cuando te vi, mi corazón dio un giro de 180 grados.
Contigo padezco una sensación extraña de sentirme pequeña y grande a la vez. Y
es que, la verdad, cuando me miras, me siento la persona más insignificante de
este mundo pero no por ello relevante. Cuando me escuchas, la más grande,
aquella que a pesar de su tamaño, es oída con gran atención, con placer de
escuchar cada una de las tonterías que salen de entre sus labios y cada frase
motivadora, filosófica o llena de coherencia.
Me haces ver perfectamente tus imperfecciones, hasta tal
punto de que ame cada una de ellas. Y es que, se trata de eso, se trata de que
quiero levantarme cada mañana a tu lado, quiero memorizar cada uno de los
lunares de tu espalda, cada una de tus sonrisas, de tus miradas…
Quiero tenerte siempre cerca de mí porque, a las mujeres, se
nos enamora día a día, poco a poco, hasta que te das cuenta de que valoras más
una sonrisa suya que cualquier noche loca, que valoras más cada beso y abrazo
que cualquier lio y que solo te hace feliz el hecho de que ella también lo sea.
Porque el amor es eso, es sentir que la vida se te escapa de entre las manos si
no estás con ella. Cuando quieres a alguien, te da igual cruzar cielo, mar y
tierra solo para hacerla feliz. Cuando estés dispuesto a sacrificar toda tu
vida por ella y, a morir por alguien solo por el hecho de no querer que falte
ni un solo día de tu vida, es que estás verdaderamente enamorado. Cuando de
verdad sientas que la echas de menos siempre que respiras, es cuando merece la
pena compartir tu vida con alguien así. Pero, no hagas que tu sonrisa solo
dependa de la de ella, habrá un día en el que no esté y tendrás que aprender a
sonreír por ti mismo y por todo lo que te queda por vivir.