Y me hicieron tanto daño mientras estaba en la cumbre que
la caída fue mortal. No supe de dónde ni cuándo habían comenzado los problemas.
Tan solo, sabía que me encontraba en un pozo sin fondo, sin esperanza y sin
ninguna luz con la que guiarme. Y cometí estupideces que me marcaron de por
vida, las mismas que se pintaron de rosa y acabaron por hundirme más. Las
mismas que yo creía que eran la solución a mis males y que se convirtieron en
mi peor enemigo. En dicho pozo, aprendí muchas cosas pero tal vez demasiado
pronto. En estos casos es cuando te das cuenta de qué gente importa de verdad y
si de verdad merecen la pena, y estos también me fallaron. Y bien, ¿qué puedo
hacer yo ya?- aún no había terminado de formularme a mí mismo esa pregunta
cuando, entonces, de la nada, apareció ella.
«A la gente la queremos por sus virtudes, pero la amamos
por sus defectos» (Guillermo del Toro)
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