No hay nada peor que tener adicción por alguien o por algo,
que tus silencios griten su nombre y que tu mente solo reproduzca los segundos
necesarios para matarte a incertidumbre. . Me aferro al pasado porque meses más
tarde me doy cuenta de que lo que valía realmente la pena siempre lo tuve
delante. Lo peor es que solo se recupera a la gente con hechos, no con
palabras. Y yo no soy la excepción, se me gana y se me pierde de la misma
manera: con hechos y con música. Así que, quien tenga un amor, que lo cuide.
Que no estamos como para andar desperdiciando lágrimas. Bastante tenemos ya con
la esperanza y la ilusión. Malditas incógnitas llenas de dulzura.
Nosotros podemos ser tan pesimistas y, en nuestro defecto,
tan existencialistas como queramos. Sin embargo, también nos enamoramos, como
cualquier otro idiota. En mi libre expresión y sin aprovecharme del dolor
ajeno, pues ya bastante he tenido con el mío propio, quiero dejar que me
envenenes con tu mirada. Quiero segundas oportunidades, mentiras piadosas y
problemas de edad, de alturas, pero que merezca la pena. Que créeme cuando te
digo que quiero recuperar el tiempo perdido, contigo, por mí, por nosotros.
Porque por ti escribo. Adoro los besos a
destiempo, las miradas en el momento exacto y los suspiros inesperados. Las
palabras que hoy te arrepentirás de haber dicho y los “te quiero” entre
susurros que quedarán almacenados en mi memoria. Valoro meses más tarde todo
aquello que hiciste por mí, ahora sin venda, sin cuerdas que me aten y sin
importarme el qué dirán. Si tiene que ser, será... Pero de las debilidades no
se libra uno tan fácilmente. Es un ni contigo ni sin ti, y eso me mata. Por lo
que seguiré aquí, con mi enfermedad constante de cura esporádica. Con mis
canciones y mis audios, dibujando tus castillos a mi aire. Pero sobre todo,
hablaré conmigo porque tengo demasiado que contarme. Te vuelvo a ver y sigues
siendo como quiero recordarte…