sábado, 20 de diciembre de 2014

A tu lado tengo mi destino

Y dicen que lo mejor llega a aquellos que saben esperar, a los que con paciencia, permanecen siempre al pie del cañón, a los que son previsores y cuentan compases, a los que estudian días antes... Y sin embargo, muchas veces valoramos más lo impredecible, lo desconocido. Las variables independientes de la ecuación, eso que nos salva de la monotonía, de la igualdad.

Y que curioso que el roce hace el cariño y luego la herida. Y que curioso que tu vives tu vida y yo vivo la mía. Tratando de ser independiente, de no volverme vulnerable. Tratando de sobrevivir sin beber del manantial de la sabiduría. O más bien, malviviendo sin querer comprender, sin querer saber. Que es más fácil vivir siendo ignorante, donde todo se hace mas llevadero.
Que el saber mata, pero, ¿la incertidumbre?
La incertidumbre tortura.
¿Como salir de un juego en el que yo sola me he metido?

Y yo que me quiero librar de la insatisfacción y del inconformismo del ser humano, escribo como penitencia por haberte dejado marchar. Que hace 7 meses que ya no estás... Y siete días tiene la semana... Y a cada uno le doy un motivo para seguir aquí, esperando. Que 7 veces setenta al día me acuerdo de ti, el mismo número de veces que recuerdo que te tengo que olvidar. Y que tardé 7 segundos en saber que eras especial, y 7 semanas en quererte. Y lamentablemente, más de 7 veces he confesado que te quiero. Al igual que más de 7 veces he errado, así como lo has hecho tu. También he intentado olvidarte más de 7 veces ... Y como cuesta.
Será verdad eso de que, cuando se olvida pronto es porque nunca se quiso. O puede ser que yo no te quiera ni con el corazón ni con la cabeza, si no con los pies, porque siempre acabo volviendo a ti. O también puede que se deba a que no te quiero, a que no sea amor, a que sea vicio. Pero si lo es, es del bueno, del que engancha, como Morricone o James Horner, como el tabaco, como el alcohol... O como cualquier otra droga... Porque al fin y al cabo, en consecuencia retórica, también es una droga, sin cura ni desintoxicante. Sin clínica y sin médico que la prescriba. Pero común, demasiado común, como la ilusión y la ignorancia. Sin antibióticos y sin antinflamatorios; sin revisiones periódicas ni chequeos; sin rehabilitación y sin fisioterapia. Que el dolor se pasa a pelo y vamos madurando. Que la vida sin riesgos, sin logros, sin objetivos, no es vida. Que hay que llorar, reír, amar, sufrir, sentir, luchar... Porque nuestro último día podría ser mañana y perdemos demasiadas oportunidades por miedo a no intentar.




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