domingo, 8 de marzo de 2015

Cinquanta (Sezione Uno)

El pequeño resplandor de nuestra hoguera,
tu mirada de fuegos artificiales
y esa capacidad de enseñarme a soñar a base de versos.

Tarde o temprano comprendemos
a lo que estamos destinados,
lo que nos pertenece
y, en su defecto y mayoría,
lo que aceptamos como futuro.

El tiempo pasa y no espera por nadie,
el viento me arrastra y las hojas,
en este baile conmigo sin mi,
me cuentan cada una de tus cien mentiras.

Y tu, que no te imaginas cuantas he llegado a creer, 

me dices que todo pasa,
que todo cura,
que todo sana.

Tropezamos una y otra vez 
en la misma piedra hasta que, 
volviéndonos adictos,
asumimos que es la columna que nos sostiene.

Y después de todo esto
lloramos un rato,
escuchamos a Urquijo,
llamamos puta a la vida
y seguimos pensando que va a seguir sin sonreírnos.

Asimilamos que nada va a cambiar
y nos lamentamos por ello.
He perdido la cuenta de las veces que le he ordenado a mi olvido olvidarse de ti.
Y la de las veces que he gritado tu nombre en sueños.

He perdido la cuenta de tus falsos "te quiero"
y como siempre, en un baile de dos, sale uno más dañado que otro.
Como el efecto colateral del todo.
Como el esfuerzo inútil por intentar frenar aquello que queremos evitar.

He perdido la cuenta de las veces 
que te he mentido mientras me creías.
Y también de las verdades
que te he dicho sin que tu me creyeras.

Me he olvidado por error
de la angustia de los domingos
y de aquellos furtivos besos que sucedían entre las líneas blancas de los pasos de peatones,
en los semáforos rojos.

Me he olvidado de llamarte,
de tu cara, de tus fotos, 
de tus recuerdos y, por supuesto, 
de todos los planes que trazaba en la ducha, escuchándote de fondo.

Me he olvidado de vivir,
o de intentarlo al menos.
Lo estoy logrando, 
ahora solo pasan los días.

Ya no me gustan las matemáticas,
ni los idiomas si no vienen de tu boca.
Ya no me gustan los sentimientos,
creo que va siendo hora de despedirme de ellos.
Y de ti. Y de mi. Y de todo aquello que fuera un nosotros.

La pasión sabía mucho mejor siendo infiel.
Qué malo es tener razón.
Qué malo es no dejarse llevar.




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